domingo, 7 de enero de 2024

El regalo de Reyes o qué es una paradoja

 

El regalo de Reyes o qué es una paradoja

3110 kilómetros separan a la Capital federal de Ushuaia. 1742 kilómetros es la distancia entre Buenos Aires y Bariloche.

En los albores de la Democracia actual, por 1983, dos frecuencias diarias de trenes iban y venían hacia el Sur. Entre Plaza Constitución y Bahía Blanca, Neuquén, Zapala o Bariloche.

Pasaban a media tarde y después de la medianoche por mi ciudad, Olavarría.

El destino más elegido era la ciudad de Bahía Blanca, Puerta y puerto del sur argentino era o es su eslogan.

Lo cierto es que desde Olavarría existían dos ramales de tren para llegar a la gran ciudad del sur bonaerense: “La vía Pringles” y “la vía Lamadrid”.

La primera pasaba por Sierra de la Ventana, y era quizás la más admirable por sus paisajes. Inauguradas hacia fines del siglo XIX sobrevivieron a varias podas de ramales: al Plan Larkin, denominado así por el general e ingeniero norteamericano Thomas Larkin, asesor durante el gobierno de Arturo Frondizi; a los recortes de la Dictadura Militar de 1976 a 1983; al Liberalismo de los noventa. Atenuados un tanto sus servicios, que pasaron a ser de una frecuencia diaria, la de la romántica y trasnochada espera a las dos o tres de la madrugada en la estación; es que los trenes a Zapala y Neuquén dejaron de correr en el año 1992.

Ya pasados los 2000, las frecuencias comienzan a menguar, siendo sólo de cinco días a la semana. El 15 de marzo de 2018 se produce el cierre del ramal Pringles, que pasaba por Sierra de la Ventana.

Como un largo derrotero de derrotas, el ramal que pasaba por la ciudad de Lamadrid cerró el 22 de marzo de 2023 luego de un descarrilamiento a la altura del Salto de Piedra, con el antecedente de otro descarrilamiento, también en marzo, el 8 de 2022 y también en nuestro partido: en media estación Pourtalé.

El tramo Bahía Blanca – Viedma fue tapado por la arena en el año 2010 y aparentemente no hubo forma ni modo de convencer a la arena para que se quite de las vías.

Quedaron entonces los 822 kilómetros entre Viedma y San Carlos de Bariloche.

Poco antes de fin del año 2023 se anunció que a partir del 5 de enero de este año, y hasta el 31 de marzo se suspendían los servicios por problemas de mantenimiento, con los pasajes ya vendidos con anticipación. Es de esperar que vuelva… ¿Volverá?

Las enormes distancias patagónicas, que deslumbraron por su vacío a filósofos como Jean Baudrillard, uno de los exponentes más notables del Postmodernismo, se han hecho aún más inabarcables.

Como un juego de niños, queda una treintena de kilómetros de vías férreas entre Ingeniero Jacovacci y Estación Empalme en la estepa patagónica, habilitadas para el turismo. Idénticos fines persigue el recorrido Bariloche – Estación Perito Moreno (quince kilómetros), y el Ferrocarril del Fin del Mundo, un recorrido por las afueras de Ushuaia que fatiga la distancia de siete kilómetros, en un pequeño tren Decauville, de 50 centímetros de ancho entre riel y riel.

El Tren Del Valle cumple un servicio de 21 kilómetros entre Cipolletti y Neuquén.

Es todo. Es una pena. Se hace más lejano el paisaje que vio Antoine de Saint Exupery y que reflejó en su libro Vuelo Nocturno, testimonio de un correo postal aéreo entre Bahía Blanca y Río Gallegos en 1929 y 1930.

Tierras por las que anduvo Roberto Arlt y luego reflejó en sus aguafuertes patagónicas, recorriendo en el año 1934, las ciudades de Patagones, Viedma y Bariloche, como corresponsal del Diario El Mundo.

Tierras al fin, que todos los argentinos deberíamos tener la posibilidad de conocer en un medio de transporte económico como es el tren, así como alguien cada tanto conoce el mar argentino, la playa. Y no sólo hablo de turismo, hablo de servicios estratégicos, esenciales, de soberanía. Liberado el tránsito de miles y miles de kilómetros al avión o a las compañías de micros que cobran una fortuna por tramo. Hablo de pueblos, parajes, ciudades, estancias interconectados, unidos; no aislados.

Puede decirse que ya no reina en todas estas ciudades “el misterio de adiós que siembra el tren”, como reza y metaforiza la letra del tema Barrio de Tango, de Homero Manzi y nada se prevé que se haga más allá de Bariloche o paralela a la ruta 3, la única que vertebra a la Patagonia adyacente a la costa atlántica. Sería una utopía al cubo, pues hasta los ramales provinciales fueron marchitándose hasta secarse definitivamente. Imagen de un país que atrasa e involuciona, donde el tiempo parece se hubiera detenido.

Julio Verne, gracias a sus conocimientos de Geografía, escribió la novela El faro del fin del mundo, ambientada en la Isla de los Estados, ya que jamás visitó la Argentina; este libro es de lectura obligatoria en los colegios franceses. Quizás nos quede, a quienes no podemos afrontar los costos económicos de transitar libremente por nuestro país, de conocer nuestra Patria, el recurso de la imaginación, como al célebre escritor francés.

En Japón, país que sufrió y perdió dos guerras mundiales (Tokio, su capital, que en 1945 estaba construida con materiales de madera fue incendiada y destruida completamente antes de los dos bombardeos nucleares), país situado sobre el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, con sus consecuentes terremotos y tsunamis tiene en funcionamiento el tren denominado Maglev, de levitación magnética, que ha superado la escalofriante velocidad de más de 600 kilómetros por hora… (idéntica distancia que el vetusto tren Roca, entre Bahía y Plaza Constitución, en sus estertores, cubría en algo más de veinte horas).

El tren Maglev viaja propulsado por fuerza magnética, una vez alcanzada una determinada velocidad no toca el suelo, levita a diez centímetros de altura. Este tren no ha tenido accidentes ni heridos a lo largo de su historia.

He aquí la paradoja: en este 2024, en la Argentina no podemos tener sobre los rieles sin que descarrilen, a los trenes, en una traza de más de 140 años de antigüedad. Y se priva para un 5 de enero a quienes tuvieron la paciencia de sacar un boleto online con meses de anticipación, como si viajar en tren fuera algo esotérico, o un fenómeno semejante a ver una superbanda de las que cada tanto nos visitan.

He visto, a velocidad de caracol, a trenes de carga saliendo de las canteras de Sierra Chica, dos kilómetros al oeste de la cárcel, cargados de piedras a granel o a los mismos trenes ir y venir de Cerro Sotuyo, población hoy abandonada y que llegó a contar con 2000 habitantes. O de la Villa Alfredo Fortabat, más conocida por el nombre de Loma Negra, con despachos de cemento. Este modelo extractivista se las arregla para llegar hasta los arrabales del AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) con sus piedras enteras o molidas.

Lo más lejos que pueden ir los pasajeros en el antaño denominado Ferrocarril Roca es hasta la ciudad de Cañuelas, sesenta kilómetros al sur de la Capital Federal. Me refiero al ramal que pasa por el centro de la provincia de Buenos Aires, no a los que van hacia la costa o más hacia el oeste.

Esta es la brutal paradoja que nace de comparar el sistema de trenes de Japón, país pequeño, inteligente y aguerrido que pasó por todas las penurias y los dramas, con el nuestro, dormido entre dudosos laureles, donde sólo las piedras viajan, seguramente tras pasar por muchas peripecias y                  avatares hasta arribar a destino.

 

                        Ceferino Daniel Lazcano     

                            6 de enero de 2024

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