jueves, 25 de abril de 2013

Guernika

TESTIGO DE LA LIBERTAD
       (Al roble de Guernika)

No se lleva el viento todas las palabras
y así como hay sombras que oscurecen,
también hay sombras que protegen.
Raíz entre las piedras:
se ocuparon tus gentes de perpetuar tu savia
símbolo de un pueblo que no inclina la frente.
No acallarán las bombas el trino de los pájaros
ni la malsana ambición de los tiranos
logrará enrejar la lluvia que te nutre.
Larga vida, bandera verde de libertad:
los ideales, si son nobles, no envejecen
la tierra se alegra con tus brotes nuevos,
roble que acunas el cielo entre tus ramas,
mientras enseñan tus raíces
la paciente tarea de crecer sin violencias.
Larga vida al roble de Guernica,
larga vida a todos sus retoños
esparcidos por el mundo
y a la sangre de su sangre:
nacida bajo tu sombra
diseminada por otros cielos
busca prosperar.
Que crezca y florezca tu madera
que en paz crezca, y sin mezquindad.
Que no recorten tus sueños
pueblo aguerrido y feraz
¿acaso se recorta el mar?
Gloria a ti, noble roble
testigo de altas palabras
testigo de la  Libertad.

A los árboles de la Pampa

Reinaugurar la Creación


Ombúes, fresnos y algarrobos

bálsamos de la Pampa

eucaliptos y álamos

rectos horizontes de luz

cercos tendidos sobre el campo

ramas, pájaros, viento: música

hojas que nacen: vida

pinos, araucarias, cipreses

verde fugaz,  eterno verde

madera y savia

danza de abejas y ceibal;

tronco vegetal

al feroz relámpago resiste

vuelve a brotar

y renace…







Un arco iris corona el arenal,

majestad de los montes sobre las lagunas

guardianes de aguaceros:

sabe la selva,

la tierra alfombrada de follaje

beberse toda una inundación.





Oasis  jacarandá de las calles

palmeras amigas del sol

lluvia que lustra sauces:

una raíz vuelve a inaugurar la Creación.

Semillas más semillas,

germinan la mañana del Amor.

Higueras y manzanos

esperanza de frutos después del invierno;

paraíso y no infierno,

manantial de árboles mis ojos

mis manos, ramas que no cesan de brotar

ríos de tintas y de flores

mar de palabras, frondosas y anhelantes,

oxígeno de versos te ofrezco

para que el futuro se pueda respirar.





Al amor en metáfora de Naturaleza

                            Al amor en metáfora de Naturaleza

                                      Frágil rama perfumada

         ondulante   primavera

                   ojos de mar y amor

has sustraído la voluntad a mi corazón

         magia blanca de caderas

                tibia necesidad de amparo

redondos remansos de dicha

           respiración entrecortada 
        
                       labios anhelantes

la furia de un huracán se despereza en mis pulmones

                     belleza del Edén surgida
                           
                                 larga sedosa acariciante cabellera

laberinto             me pierdo              me reencuentro
            
                      ondulante primavera       claridad/oscuridad

                                     mi noche de sol    mi estrella matutina

rocío sobre esta alma rota

             brisa que reanima la yerta mirada

                         aletear de mariposas en la sangre

 colores inventados por tu sombra

           los bebo con ansia        manantiales de  eternidad

                       sirena          me ensordeces       me embriagas

se van tus delgados pies

               y beso las huellas de arena     que te alejan



                                        cuando me abrazas

 la voluntad del universo me abrasa

                  y de nuevo encendemos la hoguera

                                       que habrá de consumirnos.



miércoles, 17 de abril de 2013

Campo bajo la luna llena (Poesía)

Campo bajo la luna llena

Sólo algunas noches
cuando la luna, redonda,
navega en lo más alto del cielo
veo sobre el campo
los gestos y los paisajes
extinguidos:
viejos rostros merodean desde el pasado.

En esas noches
todo parece alejarse,
el silencio inquieta el espíritu
y la piel se estremece
con el roce del  aire terso.

Se mueven aquí y allá
los arbustos y los juncos
sacudidos por el viento
que, como una bestia herida,
corre y corre sin consuelo.

Permanezco de pie sobre el sendero ciego
arriba el cielo mojado
es azul como un tormento.
Abajo, en tierras de nadie,
la llanura se ha vestido
con un amarillo viejo,
con un gris callado y seco.

Una figura que intuyo
(no la veo, no la siento)
medita una profecía,
pide conmigo un deseo.






Miro  en derredor
y distingo  luces 
contra el horizonte:
son como puntos lejanos,
barcos, hogares o máquinas,
parpadeos del desierto.

Abro aún más mis pupilas…
algo tiembla en la penumbra,
una forma familiar,
un recuerdo el alma entibia.
Allá,
en la semioscuridad
entre las malezas
un vestido blanco,
una rubia cabellera
se agitan.

Es que a estas horas
las cosas
son un poco menos ciertas,
engañosas apariencias
que a la verdad exacta
le prestan su vestimenta.

Por sobre el campo
tu forma
viene sin miedo hacia mí.
Te acercas y son mis labios
los que te quieren decir:
“¡Ven,
 rodéame con tu luz
de campo de luna llena,
que estoy perdido hace tiempo
y el viento dentro del pecho
es un monstruo enloquecido
que en el corazón golpea.

Ven, mujer, refúgiate
entre mis brazos
sujeta mi adiós
en tu lengua
y que en un instante eterno
la noche se haga de día
sobre la alfombra del campo
y bajo el manto del cielo!”.

Ceferino Daniel Lazcano