viernes, 7 de agosto de 2020

#nomeolvides El Balneario Municipal

 Inicio esta serie de entregas sobre nuestra querida ciudad de Olavarría que intenta reseñar desde el presente algunos lugares significativos: allí ocurrieron experiencias relacionadas a la vida de cada uno de nosotros. Hay muchas vivencias estacionadas e impregnadas en su suelo, en su ambiente.

Elijo el nombre de una sencilla flor, celeste y amarilla que en su trémula fragilidad incluye un pedido, un ruego: escapar del olvido, volver a pasar por el corazón y desde el recuerdo transmutarse en una nueva realidad que trascienda el fracaso, que exorcice los fantasmas del quietismo, la indiferencia, el no se puede. 

El Balneario Municipal inició sus actividades en el año 1954, durante la intendencia de Alfredo Fernández; miles de familias olavarrienses compartieron en sus aguas más cristalinas por décadas. El alivio del calor veraniego se mezcló con rituales de encuentros, deporte, salud. Cada brazada en las marrones agua del Tapalqué tonificó músculos, aclaró la mirada y generó trillones de endorfinas para apreciar mejor el futuro de la ciudad del trabajo.

El balneario se encuentra ubicado entre la Avenida Del Valle, calle Hornos, Avenida Brown y calle Cerrito. 

Quizás nadie imaginó la montaña de agua y barro que se abatió sobre sus estructuras a fines de abril de 1980. Reforzada con otro aluvión en el año 1985.

El resurgir fue lento, con una reinauguración en 1995. Ya no estaban las dos rampas de cemento en forma de S que se adentraban en el agua, la contaminación del arroyo producto entre otras cosas de la mayor densidad poblacional; además de algunos disturbios originados en el predio, por ejemplo el arrojarse a modo de trampolín desde el puente de la calle Hornos fueron restando imagen y convocatoria familiar.

En 2004 se intentó, junto con su cincuenta aniversario, otro relanzamiento: aún se mantenía la plataforma cuadrangular de cemento a modo de isla de descanso, frente al blanco edificio que tuvo múltiples usos y dependencias: baños, duchas,vestuarios, buffet, cocina, terraza. El agua se tornó mas oscura, había que lidiar con alguna que otra botella de cerveza rota, depositada sobre el musgoso suelo de concreto, invisible a los incautos pies.

Para el bicentenario nacional el balneario Cipriano Catriel se convirtió en el Parque  Senador Lara y el edificio blanco en la Casa del Bicentenario. En 2010 se eligió el espejo de agua como postal vistosa, su entorno es hasta la actualidad un sitio de caminata y correrías; de encuentro de mate y reposeras.

Se inauguró una fuente plana: los vientos del sur se hicieron un festival con los chorros de agua que luchaban por mantener la vertical. Ninguna fuente en funcionamiento hay en todo el espacio público de toda la planta urbana de Olavarría, en abierto desafío a arquitectos, ingenieros y sabios.


En esta coqueta vista del año 10 se nos escamoteó lo principal: el parque esfumó al balneario, que no se reubicó nunca, aguas arriba, como sería deseable o exigible.

El viento ganó su combate contra la fuente; pasó el tiempo: pasó y casi nada cambió; un proyecto de mirador y un talud sobre la margen izquierda fue diluido de manera implacable por un par de crecientes.

Y el balneario no se reubicó aguas arriba, más allá de la Avenida Avelaneda, donde el agua no está contaminada. Desde los centros de poder donde se toman las decisiones, nadie quiso, nadie quiere.

El sol del verano recalienta las chapas de los hogares humildes que juntan grado a grado su malhumor, en vez de sentir palpitar el corazón y la vida junto a  las mojadas ansias de su ex ciudad del trabajo. La sentencia de "aguas contaminadas, no aptas para uso recreativo" caen como toneladas de cemento y constituyen una verdad aparentemente inconmovible.

Las vecinas ciudades de Cnel. Pringles, Gral. Lamadrid, Azul, Tapalqué y Alvear, por nombrar sólo algunas viven y disfrutan el verano a orillas de cursos de agua como el nuestro. Quiera el destino o la voluntad que en nuestra Olavarría podamos volver a sumergirnos en la dichosa frescura ondulante del verano, antes que la temperatura real en creciente aumento alcance los 40 º, cifra aún no rozada por los termómetros del Servicio Meteorológico Nacional ubicados en el aeropuerto local.

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