sábado, 3 de noviembre de 2012

Carta a mi amada

Amada mía: Voy a criar unas palabras, con esta tinta y sobre estas líneas, para que vuelen hacia tu corazón. Tarea nada simple la de engendrar un pensamiento, cultivarlo al calor de la sangre y derramarlo en una hoja. Alentar sus primeros tímidos y vacilantes aleteos, insuflarle sentido y calidez y orientarlos luego en su rosado vuelo hacia tus retinas. De sumar una idea a la pasión, se trata. De definir ansia, belleza, ternura; de calibrar con estas menudas e inocentes letras, el gozo y el sufrimiento. Cuando aquello que sube hacia la garganta nos anega la mirada, pues no tiene sentido que pronuncie la boca sonido alguno, al no estar cercano el sujeto de nuestro temblor, es lícito y razonable que sea apresado al menos sobre un papel, sobre esta titilante imagen, para desahogar el alma y construir un mensaje que llegue, aunque tardía, a la Gloria de tu percepción amante. Amada: forma lejana y bella. Ideal florecido que viste de sombras. Al no abrazarte, mi fiebre te nombra. Te nombra… y al no hallarte, se mezclan los suspiros entre las quimeras que habitan el frío. Leve, he visto, otro tiempo, descender tu imagen, llamar a mi puerta. Tenue, he percibido la dicha para alejarse luego, al soplo del viento. Mis fuerzas no alcanzan para confesarte el cariño inmenso que guardo en mi pecho: son mis realidades medallas de oro con tu faz impresa, muy dentro escondidas, bajo siete llaves de vergüenza y miedo. Delirio es entonces, y ha sido hasta ahora… cuando he tomado la pluma para exclamar valiente: mi Amor te convoca. Si he dado en el blanco; si a mis negras noches que en nada se pasan, de aquí en adelante, las acune el roce de tu piel cereza; si he llegado al fin a herir con los dardos de mi cobardía, el castillo altivo de tu fortaleza… Seré el más feliz entre los humanos; seré afortunado al tener tus alas que un día, cansadas de volar, en mí se posaron; seré agradecido… y entre los ilusos seré el más confiado: ¡Porque a esas palabras, que mis labios tristes jamás pronunciaron, un trazo de tinta, en momento claro, de vida llenaron; y sublimes, altas, seguras, el cielo alcanzaron al ser por ti oídas y en ti germinaron!

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